Los decibelios (dB) son la unidad que se utiliza para medir la intensidad del sonido. Se basa en una escala logarítmica, lo que significa que un pequeño aumento en los decibelios representa un gran incremento en la intensidad del sonido. Por ejemplo, un sonido de 60 dB no es el doble de fuerte que uno de 30 dB, sino mucho más intenso. Esta escala es útil porque el oído humano puede percibir una amplia gama de sonidos, desde el susurro más leve hasta un motor a reacción. Para proteger nuestra salud auditiva, es importante conocer cuántos decibelios hay en nuestras actividades cotidianas y dónde está el umbral del riesgo.
Sonidos comunes y sus niveles de decibelios
En la vida diaria estamos expuestos a una gran variedad de sonidos, muchos de los cuales pasan desapercibidos, pero no por ello dejan de tener un efecto acumulativo sobre nuestros oídos. Un susurro se sitúa en torno a los 30 dB, una conversación normal ronda los 60 dB y el tráfico de una ciudad puede alcanzar los 85 dB. Una motocicleta, una obra en construcción o una licuadora llegan fácilmente a los 90-100 dB. Los conciertos de música en directo, discotecas o auriculares a volumen alto pueden superar los 105 dB. Un avión despegando a corta distancia llega a los 120-130 dB, lo que está en el límite del dolor auditivo.
Dónde comienza el peligro para el oído
El umbral de daño auditivo se sitúa, según la Organización Mundial de la Salud, en los 85 dB cuando la exposición es continua o prolongada. Por ejemplo, ocho horas al día en un entorno de 85 dB, como un taller o una fábrica, pueden ser suficientes para empezar a causar daño. A partir de los 100 dB, el tiempo de exposición seguro se reduce drásticamente: a 100 dB, solo se recomiendan 15 minutos diarios sin protección. Sonidos más intensos, aunque breves, como petardos o disparos, pueden causar daño inmediato e irreversible. El riesgo no solo depende del volumen, sino también del tiempo y de la frecuencia con la que se repite la exposición.
Ruido urbano: una amenaza silenciosa
El ruido ambiental en las ciudades es una de las formas más comunes de contaminación sonora. Tráfico constante, obras públicas, transporte público, sirenas, alarmas, locales comerciales y eventos masivos generan una carga constante de sonido que muchas veces supera los niveles recomendados. Vivir cerca de una avenida o de una vía ferroviaria puede significar convivir a diario con niveles de ruido superiores a los 70 dB durante buena parte del día, sin que exista una percepción clara de daño inmediato. Sin embargo, con el tiempo, esta exposición puede afectar tanto la audición como el descanso, el estado de ánimo y la salud cardiovascular.
Cómo saber si estamos expuestos a demasiado ruido
Una señal de alerta es la necesidad de elevar la voz para mantener una conversación a corta distancia, lo que suele indicar niveles superiores a los 85 dB. Otros síntomas de exposición excesiva son zumbidos en los oídos al final del día, fatiga auditiva, dificultad para entender palabras en ambientes ruidosos y dolor o molestia tras eventos muy sonoros. Si después de un concierto o de usar auriculares notas que los sonidos parecen apagados o distorsionados durante unas horas, es posible que hayas sobrepasado el umbral de seguridad auditiva. Utilizar apps que miden el ruido ambiental también puede ayudar a tomar conciencia de los niveles que nos rodean.
Consecuencias de la exposición prolongada
La exposición crónica a altos niveles de ruido no solo daña el oído interno y provoca pérdida auditiva, también se asocia con problemas de concentración, estrés, insomnio, irritabilidad y aumento del riesgo de enfermedades cardiovasculares. En niños, el exceso de ruido puede dificultar el aprendizaje y el desarrollo del lenguaje. Aunque el deterioro auditivo por ruido suele ser progresivo, es irreversible, ya que las células ciliadas del oído interno no se regeneran. Por eso, muchas personas no notan el daño hasta que ya es demasiado tarde para revertirlo, y la única solución pasa por el uso de audífonos o ayudas auditivas.
Estrategias para proteger la audición
La primera recomendación es reducir la exposición innecesaria. Bajar el volumen de los dispositivos personales, limitar el tiempo de uso de auriculares y preferir modelos con cancelación de ruido son medidas eficaces. En ambientes laborales ruidosos, es obligatorio el uso de protección auditiva como tapones o cascos. Evitar los lugares extremadamente ruidosos o buscar zonas más silenciosas puede marcar una gran diferencia, especialmente en niños o personas sensibles. En casa, también se pueden tomar medidas: optar por electrodomésticos silenciosos, usar alfombras y cortinas que absorban el sonido, y cerrar ventanas en momentos de ruido intenso.
La importancia de la prevención
La salud auditiva a menudo no se valora hasta que se pierde. A diferencia de otros sentidos, como la vista, la audición se deteriora de forma más discreta y es fácil acostumbrarse a una pérdida gradual. Por eso es fundamental adoptar una actitud preventiva, especialmente en un entorno cada vez más ruidoso. Enseñar a los niños a proteger sus oídos, establecer límites de volumen y concienciar sobre el impacto del ruido debería formar parte de la educación en salud desde edades tempranas. Con pequeños cambios de hábito, es posible conservar una buena audición durante toda la vida.